Romance de tierras de Ávila



-I -
 
Con la sed del verano, a El Hoyo me escapé...
Soñaba con el agua... con la tierra del vino...
Yo soy hombre de mar... Ésta de Ávila –tierra fría-
es horno en que se cuecen mis mejores amigos...
Pensé: ¿me atrae esta tierra por tener
con mi tierra de Asturias bastante parecido...?
 
- II -
 
Por fin llegué a esta tierra de montañas,
sedante y pan del alma, en su alentar de siglos...
Aquí estoy: me sirven de almohada matojillos silvestres
y de colchón unos picudos guijos...
Con la espalda pegada al santo suelo,
agrietado de bichos,
me estoy las horas muertas,
viendo las nubes ir haciendo su periplo...
Nubes de andar de plomo, en rueda de horizontes,
de Dios hilando lana, de la historia de Dios,
hilando fino...

Al irme por El Hoyo, de este paisaje de Ávila
el alma se me llena de gozos al atisbo,
y quísose subir por las laderas, atalayar el valle de Cebreros,
abrir un hoyo y plantar un verso de penacho olímpico...
Con la espalda echa polvo del secarral del monte,
el hueso de la espalda de guijarros herido,
con el alma tiznada de nubes, ensueños y nostalgias
me invaden, me obsesionan marinos espejismos...
Castilla indescubierta, en el hoyo hostil a la sequía,
en el árbol que siempre arbola paraísos...
Castilla indescubierta que verdea en la fronda,
a la cumbre asomada, tan bella como Asturias en el lomazo altivo...
 
- III -
 
El Hoyo aquí me lleva
por rutas historiadas de atavismos...:
ara profundamente mis páramos mentales,
conquista insospechadas parcelas de mi espíritu...
La tierra castellana, que fue, no sé por qué,
la cuna de mis hijos, imántame y me puebla de eternidad para la poesía,
más que de vid y pinos...
¿Qué hago yo en tanta tierra, con la proa varada
en bosques en que crecen los castellanos Mitos...?
 
- IV -
 
El Hoyo es mucho Hoyo hincándome raíces
en nava en que el verano veroniquea a su Mito...
El Hoyo se me abre hasta ya en las palabras,
chispeando eternidades, en lascas de granito,
en versos de Castilla legendaria,
ingentes como Gredos, recios como castillos...
Marino que se ahoga en tanta tierra,
en vano espera de la mar un respiro.
 
- V -
 
En mis andanzas, salúdame mano cortés,
la mano labradora de vuestros campesinos.
Ellos son el emblema de este paisaje "nórdico",
tan bello como desconocido...
Exploré sus montañas, una a una; miré volar sus libélulas;
hasta de saltamontes me hice amigo;
para admirar bellezas panorámicas
subí a la Asomadilla, siguiendo paso oblicuo.
Por el monte más alto, el llamado "geodésico",
me dejé conquistar desde un principio....
¡Qué vistas desde allí! Terrible, Gredos, desde la lejanía,
me clavaba su ceño fruncido...
Y me senté en "Las Mesas" resinadas,
bajeme al río Becedas y me fui a "Los Molinos",
y me acerqué al pantano
por ver el cielo echarse en un lago dormido...
 
- VI -
 
En tanto escalo montes y montañas,
me tumbo a descansar, me paro a oír los grillos
y, sobre un cielo con el alma en diálogo,
el alma toda oídos,
miro pasar la flota de las nubes,
que van sin rumbo fijo,
y escucho el gran concierto de montaña,
en piano de paisaje, en un solo de río,
soñando con el mar y, sobre mi cabeza, la rama,
con su tronco llagado, que rezuma la sangre de los pinos...
 
- VII -
 
Buscando por Castilla buen tempero,
El Hoyo de Pinares me ha atraído.
No canso de internarme por sus bosques,
de sus frondas me llega –sutilísimo-
concierto polifónico,
lo siento gravitar en leves rumorcillos
del bosque, despegarse y subir a la cumbre del día
y a la onda universal incorporar sus ritmos...
¡Ay, que dentro de este Hoyo de Castilla,
el alma se me llena de hoyos infinitos...!
 
Pedro G. Arias (*)
 
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(*) Poeta asturiano, nacido en Castropol en 1892. Autor, entre otros, de El bajel de la felicidad. Poema del Eo I (1919), María. Poema del Eo II (1930), Firmamento humano (1950), La estrella del Eo (1953) y Olas que van (1972) y recopilador de la Antología de Poetas Asturianos, con un tomo en bable y otro en castellano (1958, aunque muy reeditada posteriormente). Este texto dedicado a El Hoyo de Pinares lo escribió en el verano de 1959.

Fuente | Reproducido en el Programa de Fiestas San Miguel 1980.

Ilustración | Fotografía del Río Sotillo o de Las Palizas, de Víctor Martín Fernández).