En tránsito

Me gusta esta gente porque es doble:
está aquí y está en otra parte
-Albert Camus-

 
Somos los jóvenes del coche de las cinco. Jóvenes a caballo entre el metro y la azada. Somos aquéllos que un día marcharon proyectando aprehender la cultura del abogado, del ingeniero, del médico... pero que aún permanecen ávidos por esbozar la Sabiduría del viejo hombre campesino (tan amplia y tan austera a la vez).
 
Somos jóvenes inmersos en la distancia -que tantas veces se nos dibuja infinita- pero no en la ausencia, reservada siempre para quien olvida lo que alguna vez quiso, y ahora ya sólo es ave de paso y polvo viejo que el tiempo arrastrará hacia el lago de la indiferencia. Por eso, nos duele que alguna airada mirada sin saludo nos haga sentirnos extraños en una tierra que siempre sentimos nuestra, porque en ella están nuestras raíces y, en sus paisajes, la esencia del recuerdo que nos hace presente lo pasado, evitando así lo oscuro del olvido.
 
El pueblo es la entrañable "mesa camilla" de nuestro hogar interior. Es el olor a lumbre y a tierra mojada. Nuestro pueblo es como uno de esos venerables ancianos de barba blanca que tanta historia llevan grabada en las arrugas de su rostro. Pero también es ese niño pecoso, con cara de pillo, dispuesto a hacernos astutas preguntas sobre lo que tendemos a considerar evidente o inevitable, o incluso sobre lo incierto. Y ¿por qué esquivar sus preguntas, si pueden ser la arcilla de nuestro más inminente futuro?
 
Y es que nadie puede demostrar que el hombre nuevo esté en la ciudad. Nuestro cielo abierto es esperanza, y la esperanza es futuro. Si bien es cierto que quisiéramos llenar de libros los estantes de nuestro pueblo, no lo es menos que, a la salud de nuestra ciudad y a la de los que en ella soñamos -sólo cuando alguna estrella curiosa se asoma entre la hilera de altos edificios-, a la salud de los que en ella queremos y, sobre todo buscamos, creemos que vendría muy bien el verde de nuestro árboles. Y ambas cosas -trasiego de libros y árboles- ocupan un lugar relevante en la larga lista de los jóvenes en tránsito.
 
No creáis nunca que utilizamos ese ir y venir como excusa para evitar el compromiso. Al contrario. Nos molesta que nos traten como gente de paso (aquí está la diferencia entre distancia y ausencia) y por eso (aunque no principalmente por eso) quisiéramos ayudar a construír lo específico del pueblo y lo específico de la ciudad y, a la vez (difícil tarea, ¿verdad), ser puente entre ambos. Se equivocan quienes piensan que la ciudad continúa al pueblo. Simplemente se comunican, y de todos (¿sería presuntuoso decir que especialmente de nosotros, los jóvenes en tránsito?) depende que lo hagan pleiteando la una con el otro o complementándose (que no significa asemejándose, como algunos parecen querer).
 
No podéis imaginar con cuántos jirones de corazón regresamos a la ciudad después de haber rozado durante días esta amarga sequía de cultura viva que para tantos pasa inadvertida. Nos curamos soñando y proyectando, y esperando -mientras un libro de Delibes descansa en nuestra mesilla- la llegada de un vigoroso rayo de luz que despierte inquietud.
 
Tere Galán
 
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Fuente | Publicado en El Diario de Ávila, 23 septiembre 1987
 
Ilustración | Fotografía del autobús de línea que iba a Navalperal para enlazar con el ferrocarril, por Manuel Tabasco, publicada también como ilustración original del artículo.