Siempre El Hoyo en la nostalgia


Me pides que te cuente con justeza
lo que siento al llegar a tus umbrales.
Porque intento aclararte sus matices
lo haré, punto por punto, y con detalles.
 
El deseo hace urgente la ilusión
de gozar en promesa de tus lares.
La distancia es tan solo la frontera
que separa tu dicha y mis afanes.
Por eso los trabajos me parecen
prisiones y murallas las ciudades.
La rutina, cadena que nos ata
y condena sufrir estos pesares.
Impacientes buscamos tu querencia.
Ansiamos que tus brazos y otros aires
despierten los sentidos;
otra savia nos inunde y convierta en singulares
las tareas comunes, si en tu entorno
y tu seno maduran sus verdades.
Buscando saciedad en mi destino,
salir, andar, llegar, para mí es carne
de un anhelo ya fruto en el presente
del gozoso futuro en tus parajes.
Ruta o meta, un latido desbocado;
un único porqué para ese viaje.
El látigo de asfalto se hace arteria
que acerca hasta tu pecho nuestra nave.
A velas desplegadas navegamos;
detrás de cada curva se deshace,
como estela de sombras, la nostalgia;
al fin, espera El Hoyo de Pinares.
El paramo se aleja a las espaldas;
ninguno de los puntos cardinales
atrae nuestra atención; quizás, fugaz,
una mirada, sólo unos instantes,
que ayude a calcular lo que aún nos falta
para ser parte tuya en el paisaje.
Al viajero que vuela hasta tu encuentro,
tus prados y cañadas son portales
que ensanchan el regazo generoso
y brazos extendidos que se abren,
sin reservas, a quien va, peregrino
hasta ti, a tus senos maternales.
Tu presencia es sosiego conquistado.
Como el niño es un todo con su madre,
a ti llego y me entrego sin reservas.
Ando, corro y aprendo tus aceras,
ligero como el viento por tus calles.
Penetras por mis poros con el ritmo
con que ocurren tus hechos familiares.
 
Tuya y mía serán la misma sangre.
Mi verso portavoz y mis pupilas
un libro en el que guarde las imágenes
que expliquen, día a día, nuestra historia,
contando el qué y el quién de lo que pase.
Así, un álbum será para el recuerdo;
el alma en la nostalgia de las tardes
en que sueñe contigo y que te añore.
En él tendrán los montes su oleaje;
sus mareas los pinos removidos
por la brisa; el albor de los jarales
que ondulan los oteros en su entorno;
nuestro mar subirá desde los valles
salpicando a su paso los romeros
con espuma de sol. Los roquedales
macizos hablarán de tu vigor.
El ocaso dorado y sus celajes
vestirán de hermosura nuestros campos.
¡Quién me diera por ti ser como un ángel
que esparce, polo a polo, tus noticias!
¡Entregar a tus hijos los mensajes
que maduran tu bosque, tus arroyos,
tus canteras y muros tutelares!
¡Poner en línea recta tus decires!
¡Cantar a voz en grito tus verdades!
¡Proclamar con mi vida la hidalguía
que lucen con honor tus habitantes!
 
A tu amparo me entrego como un hijo;
en ti vuelco mis viejas ansiedades;
por tu pecho alimento mis amores;
de ti toman calor mis amistades.
En tu roca hallo fe a mis compromisos;
por tu pueblo, firmeza mis lealtades;
de tus tierras, el pan de mis cosechas;
con tu savia, sustancia a mis cantares
y el temblor que florece en mis poemas.
En ti, por ti, de ti, forma mis planes.
Me pides que te explique lo que siento
cuanto estoy, voy o vengo a tus umbrales.
Aquí está lo mejor, pueblo querido,
de la vida que bebo entre tus lares,
la razón de elegirte por morada,
de ofrecerte refugio a mis afanes;
ser el qué y el por qué de mis desvelos.
¡Un mismo corazón! ¡La misma sangre!
Tú y yo la misma vida: pena o dicha.
Pan y vino: El Hoyo de Pinares.
 
Ángel Santos Acosta
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Fuente | Publicado en el Programa de Fiestas San Miguel 2003.