Más hoyancos por el mundo

En estas mismas páginas de Diario de Ávila publicamos ya en 2009 un reportaje que, parafraseando a los programas de televisión de moda en cadenas autonómicas y nacionales, se acercaba a la experiencia de algunas personas originarias de El Hoyo de Pinares que estaban residiendo en otros países: Arantxa Miguel en Singapur, Jorge Pablo y Cecy Estévez en Londres, Sara Beltrán, entonces en Dubai, y Ana Fernández, que impartía docencia en Pekín. 
 
La crisis económica ha provocado que ahora sea mayor el número de naturales de nuestra localidad repartidos por distintos continentes, aunque en naciones menos exóticas que Singapur, China o los Emiratos Árabes a los que entonces nos referíamos. Hoy, varios países iberoamericanos y europeos están siendo destinos de emigración laboral, aunque también sigue habiendo hoyancos a los que razones de estudio o simplemente personales les llevan a fijar su residencia en el extranjero. 
 
En este suplemento especial dedicado a las fiestas de El Hoyo de Pinares hemos querido repetir la experiencia, recogiendo el testimonio de cuatro hoyancos que pueden servir de muestra: en este caso, dos que viven en Estados Unidos por trabajo y dos que se han marchado a Francia fundamentalmente por relaciones afectivas.
 
FÁTIMA AYUSO (CHICAGO)
 
Para quienes la conocemos, Fátima Ayuso Fernández siempre ha sido un torbellino de vitalidad. Está a punto de cumplir dos años de estancia en Chicago, la gran urbe del estado de Illinois, aunque no descarta cambiar de ciudad dentro del país. Salió de España con la idea de mejorar su inglés y ahora trabaja de “aupair” con niños norteamericanos: les presta apoyo en tareas escolares, les ayuda a aprender nuestro idioma… y hasta les prepara con frecuencia comidas españolas.  
 
 
Chicago es “una ciudad impactante y atractiva, con sus elevados rascacielos, el gran lago Michigan de casi 60.000 kilómetros cuadrados, posibilidad de encontrar fauna como zorros, coyotes, mofetas, ciervos…”, aunque es también un lugar de clima inhóspito “con un invierno muy duro, ese frío que duele como clavándose en el cuerpo, y luego un verano que casi no te deja respirar entre el calor agobiante y humedad”. Fátima cree que “merece la pena visitarla, pero personalmente no me establecería aquí para siempre”. 
 
Entre sus buenas experiencias en Chicago, no olvida “la gente, bastante predispuesta a ayudarte y a entenderte”, algo que se agradece cuando se recala en un lugar extraño. Y un repertorio de mil anécdotas, con las curiosidades de la vida americana o los inevitables equívocos con el idioma: “Sobre todo al llegar, las confusiones con esas palabras que suenan parecido pero no tienen nada que ver. Raro es quien no acaba preguntando por una prostituta (bitch) cuando realmente quiere ir a la playa (beach) o dice que está buscando un beso (kiss) cuando lo que no encuentra son las llaves (keys)… hasta que ves la cara de perplejidad del otro y te echas a reír porque te das cuenta de que lo has pronunciado mal”. 
 
Las nuevas tecnologías le ayudan a mantenerse en contacto con la gente que quiere, pero no evitan que eche de menos muchas cosas de El Hoyo de Pinares: la familia, los amigos, los paseos junto al pantano o por la zona del Fresne, las cañas con los ricos pinchos de los bares hoyancos, el saludo y el interés de todo el mundo, o las divertidas y multitudinarias reuniones familiares, que “no tienen precio”, en la casa que fue de su abuela.
 
IVÁN BELTRÁN (SARATOGA)
 
Otro hoyanco, Iván Beltrán García, trabaja como ingeniero para una empresa española pero, desde hace dos años y medio, desarrolla su labor profesional en Saratoga Springs, una ciudad del estado de Nueva York con unos 40.000 habitantes “muy aislados entre sí, con casas con terrenos grandes y utilizando el coche para todo… La cercanía personal brilla por su ausencia”.
 
 
Los proyectos en los que trabaja están a menudo relacionados con el ámbito ferroviario. Iván valora muy positivamente el crecimiento profesional y el conocimiento del inglés que le ha permitido esta experiencia, pero lo contempla como algo temporal. 
 
Tras la jornada laboral, su ocio lo consume practicando deporte, especialmente tenis, practicando con el piano, leyendo, estudiando… Y en fines de semana intenta hacerse escapadas, frecuentemente a Nueva York. 
 
Entre las anécdotas, nos cuenta que una vez, paseandopor Times Square, le pareció escuchar el apodo familiar con el que se le conoce en nuestra localidad. “Yo pensé que había oído mal, hasta que volvió a sonar ‘¡Cachina!’ a voces y más claro… Cuando me di la vuelta, vi a otra persona del pueblo”. Era Ismael González, cuya familia tiene un almacén de materiales de construcción en El Hoyo de Pinares: “Iba con su mujer y estaban de luna de miel en Nueva York… Qué pequeño es el mundo”. 
 
De El Hoyo de Pinares echa de menos “prácticamente todo: mi familia, muchísimos amigos, cada rincón donde ha transcurrido mi infancia, los paseos por el Batán, la paella de mi madre… esa sensación de estar en casa. El pueblo es como una gran familia donde nos conocemos todos y pienso que, de una manera u otra, nos intentamos ayudar mutuamente”. Desde Estados Unidos, Iván sueña con ver a los hoyancos superar el “duro golpe de la crisis” y ver a su pueblo progresando y mirando hacia el futuro, pero sin olvidar sus tradiciones. 
 
LAURA DÍAZ (COMPIÈGNE)

Laura Díaz Carmona es Ingeniero Técnico de Telecomunicación y se estableció en Francia porque su pareja, Alberto, recibió una interesante oferta para cursar allí el doctorado, mientras ella sigue prestando servicios, en régimen de teletrabajo, para su consultora tecnológica española. 
 
 
Recalaron hace medio año en Compiègne, “una ciudad del Norte de Francia, algo más pequeña que Ávila, con unos 40.000 habitantes, y que está llena de historia, a veces  con recuerdos trágicos: aquí se capturó a Juana de Arco, se firmó el final de la primera gran guerra, o se produjo la entrega a Alemania durante la segunda guerra mundial. Incluso tiene un pequeño campo de concentración desde donde enviaban presos a Auschwitz, Dachau o Matthausen. También hay un castillo imperial en el que veraneaban los reyes de Francia y luego Napoleón”. 
 
Compiègne dista una hora de París, lo que permite a Laura hacer visitas a la capital con cierta frecuencia. A veces también hacen escapadas a otras ciudades francesas, como Lille, o incluso, al estar en el centro de Europa, viajan a otros países, como en sus recientes visitas a Bruselas (Bélgica) o Stuttgart (Alemania).
 
Como todos los hoyancos que viven fuera, recuerda a sus padres, hermanas y sobrinos, “que crecen tan rápido…”. Y evoca los pinchitos en los bares hoyancos o las tardes de piscina y café. Pero si hay algo que es inevitable recordar en su caso es la pertenencia a la Banda de Música local, donde toca la flauta travesera. Laura entró en la Escuela Municipal de Música con ocho años y en 1997 debutó con la banda. “Me dio muchísima pena –asegura Laura- no poder estar en la celebración del XXV aniversario de la banda y también el perderme por primera vez la Romería”. 
 
FRAN FERNÁNDEZ (AGEN)
 
Francisco Fernández Molina se marchó hace año y medio a vivir a Francia, de donde es su novia, Floriane. Ella estaba cursando estudios y, para poder estar juntos, era más fácil que fuera él quien se desplazara. Viven en Agen, una ciudad también de unos 40.000 habitantes de la región de Lot et Garonne. Allí trabaja labrando piedra en un taller de cantería, de manera que sigue la tradición familiar, pues desciende de una saga de canteros hoyancos muy reconocidos en su oficio. “Ésta es una zona donde la piedra caliza se trabaja por todos los sitios y hay varias canteras”, nos explica.
 
 
Agen tiene fama de ser la capital de la ciruela. Y allí el rugby es un deporte muy practicado, ya que el equipo local cosecha muchos éxitos nacionales y europeos. Discurren por la ciudad el río Garona y el Canal del Mediodía. “El Canal du Midi –detalla Fran-, con una anchura de cinco metros, cruza Francia desde el Atlántico al Mediterráneo. Tiene una larga historia de cuando transportaban los cereales en los barcos, arrastrados por robustos caballos, pero ahora ha quedado para dar paseos en barco”. 
 
De nuestro país vecino le gusta “la manera de hablar, el respeto y la gastronomía, que es bastante buena…, aunque como la española no la hay” y lo que menos le agrada son las lluvias que a veces se prolongan durante semanas. Confiesa que le costó el aprendizaje del idioma, que sigue perfeccionando cada día. Cuando preguntamos qué echa de menos, inevitablemente aparece el recuerdo de su familia y sus amigos. 
 
Entre los episodios divertidos que ha vivido allí, no puede dejar de referir el que tuvo lugar durante las fiestas de un pueblo vecino. Fran consiguió que un montón de franceses a los que no conocía de nada le siguieran haciendo un pasacalles al estilo de las fiestas hoyancas y que cantaran en español lo que él les iba enseñando… Se ríe al recordarlo: “te aseguro que llegué a pensar que estaba en El Hoyo…”.
 

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Fuente | Publicado en Diario de Ávila, 26 septiembre 2013. Aquí se reproduce el texto original del autor, con fragmentos no incluidos en la versión publicada en el periódico.
 
Ilustraciones | Fotografías facilitadas por los entrevistados: Fátima en el piso 98 de la torre John Hancok de Chicago; Iván en su rincón favorito de Central Park en Nueva York; Laura junto al Palacio Imperial de Compiègne; y Fran delante de la catedral de Saint-Caprais en Agen.