Boda en rondas


Hay que venir a parar a un pueblecito de Avila para observar una boda cantada y pregonada a los cuatro vientos, en rondas con estaciones que no son precisamente las de un vía crucis, pues la cruz del matrimonio es, naturalmente, florida.
 
Quince horas de boda, ceremonia, desayuno, rondas de hombres y de mujeres, comida, cena, baile... ¡Buen programa! Pero la Ronda es el corazón de la boda, y se celebra luego la misa, transcurrido el desayuno, donde el novio y la novia obsequian a los comensales con unos roscos (generalmente dos) para llevar a casa, costumbre muy original, por cierto.
 
Pero, a pesar del largo, larguísimo metraje, sabe a poco la boda (claro que me refiero al invitado, a los novios les sabrá a menos), pues es de una belleza singular. Bajo un sol que no envidia a los de Andalucía, las chicas forman un trenzado de brazos, y cantan una jota, dulce, triste, con ondulaciones, que recuerda las leves elevaciones del terreno que guardan el pueblo.
 
Y cantan al amor, la boda, el piropo a la mujer del pueblo; me han asegurado, incluso, que estas canciones son consejeras de los recién casados, y que cada rincón, calle o plaza tienen su elogio... Porque en cada plaza o calle se detiene la Ronda, y las mujeres, cogidas del brazo, bailan la canción, como el cargador del paso sevillano baila su Imagen. ¡Extraño paralelismo de una Andalucía y un pueblo serrano de Ávila!


Chiquita y bonita llaman a la novia, porque ¿qué mejor cosa se puede decir de una mujer? Diminutivo de chica, chiquita, pero bonita, sin diminutivo ni aumentativo. Así pudiera llamarse y se llama una mujer de acá; pero hay ojos en este pueblo que son sin duda de exportación o importación, y cuyo milagro no me explico... Estos ojos han venido o fueron a parar a Granada, Córdoba o Almería; pero, si quiero buscar entronques, no encuentro otros que los de esta provincia, singular en todo.
 
Eres chiquita y bonita,
como grano de cebada,
lo que tienes de chiquita
lo tienes de resalada...
 
¡Coincidencia singular de la canción de este pueblo con Andalucía! He recorrido toda España a través de sus canciones, pero esta finura espiritual de acá no se da más que en Andalucía... Y, aún más, los taconeos del bailaor flamenco que subrayan una actitud de la danza, se sustituye por un balanceo más pronunciado de las muchachas de la Ronda, antes de poner fin a la canción:
 
En esta calle que estamos
tiran agua y salen rosas
y por eso la llamamos
la calle de las hermosas.
 
La hermosura es una palabra muy andaluza. Por eso, las que cantan en la Ronda llevan flores en el pelo y en el vestido, y se dice que antes usaban Mantones de Manila.
 
La Ronda a su paso lleva vino, cigarrillos e incluso puros, que suelen dar en la plazuela de la Corredera. Estos Reyes Magos de la ilusión, que nos obsequian con alcohol o humo, llevan el nombre típico y feudal de escuderos. Aquí hay buen vasallo para mejor señor, como reza el dicho castellano, porque el señor es el vínculo del amor santificado. Y venimos a parar a un nombre medieval y castellano, ciertamente: ¡escudero! Su armadura es el delantal blanco, confeccionado por sus propias novias, que cubre el traje dominguero... Su arma, la escudilla, y su misión, servir en las comidas de boda de los amigos.


Todo es aquí delicadeza, a pesar del violín que toca solo, de la guitarra triste, y de aquellas castañuelas que rascan huesos de oveja, preparados. ¡La castañuela nacida para el tablado andaluz, que rasca huesos de animal, aunque sea la oveja! Las castañuelas, que siempre acariciaron manos de mujer o huesos viriles del bailaor...
 
¡Qué interesante es el preludio de una boda, aquí, en este rincón, donde todo es charla, mitad castellana, mitad andaluza! Hay una expresión de este pueblo que nos da la medida de lo que es aquí la charla, pues se dice que la leña de los pinos, resinosas, al crepitar en el fuego, tiene su conversación...
 
También charlan los novios la noche anterior a la boda, dialogan con el pueblo. Van de puerta en puerta y dicen:
 
- Vengo a decirles que mañana me caso. Si tienen el gusto de acompañarme, lo estimaré mucho.
- Muchas gracias, que sea para bien y para muchos años.
- Gracias y que vea usted a sus hijos en el mismo estado.
 
Conversación y algo más: la víspera, baile espontáneo en casa de cualquier amigo del novio o de la novia. Y aquí la música es vocal, el que baila se acompaña con la boca y, algún que otro filarmónico o sibarita, con el almirez. ¡Lírico menester del almirez, utilizado siempre para machacar el alimento, tocando a vísperas de boda!
 
Aires de almirez, rascar de castañuelas...
 
Ésta es la calle del aire,
la calle del remolino..
 
Aire, sí, aire serrano..., primavera infinita... Y cintura de mujer, como un pino que nace...
 
Por esta calle que vamos
dicen que no hay hermosura,
hay una dama que tiene
cuatro dedos de cintura
 
¡Boda en Hoyo de Pinares! ¡Es posible tanta belleza...! De los ocho Soles andaluces, ¿cuál hace guardia entre tus frondosos pinos?
 
Carlos Martel (*) 
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(*) Carlos Martel y Viniegra. General de Intendencia de la Armada, poeta y escritor. Autor, entre otros, de los libros Patrulleros y minadores (1942), El alférez provisional (1950), Fiesta brava (1956), Sonetos alrededor de Platero y yo (1970), Así es Andalucía y su Duende (1973), Soliloquios, rimas y madrigales (1977) y Añoranzas, Dolor y Alegría, ¿por qué? (1978) y coautor de Estelas gloriosas de la escuadra azul (1937), Proa a España (1938) y Manuel de Falla, su vida íntima (1966). Nacido en Cádiz en 1898, veraneó en El Hoyo de Pinares hace algunas décadas. Aquí presenció una boda tradicional, que le llamó poderosamente la atención. Cautivado por nuestro pueblo y su folklore, reflejó en esta magnífica crónica lírica -las líneas más hermosas que posiblemente se han escrito sobre nuestra ronda de bodas- su grata impresión, comparándola elogiosamente con su Andalucía natal.

Fuente | Reproducido en el Programa de Fiestas San Miguel 1979
 
Ilustraciones | La primera imagen corresponde a la ronda de la boda de José Gómez y Rosa Galán. La segunda es una ronda de bodas de los años 50, fotografía propiedad de Sebastián Gallego. La tercera son los escuderos de la boda de Galo Santamaría, fotografía propiedad de Alberto Organista. Todas ellas publicadas en el libro El Hoyo de Pinares: Imágenes del Ayer, de Carlos Javier Galán.