Hoyo de Pinares, el enclave más importante de veraneo madrileño del otro lado de la sierra

Al otro lado de la Sierra de Guadarrama, tomando una carretera entre bosques de coníferas de la Resinera Española, desde el madrileño pueblo de Valdemaqueda, en la vertiente abulense, Hoyo de Pinares se ha convertido en el más importante enclave del veraneo de los madrileños que, de 2.715 habitantes, pasa, durante los meses estivales y buena parte del año, a los 14.000 y puede que nos quedemos cortos.
 
El alcalde de este pueblo encantador, que tantos alicientes tiene para los madrileños, José Navas de la Fuente, dice que durante el resto del año, la colonia es mucho más numerosa que el censo de habitantes. "Esto empezó a crecer en chalés y adosados allá por los años sesenta y ahora somos 'la costa de los madrileños', lo que tiene muy satisfechos. Hay otros que vienen aquí hace cincuenta años y yo creo que son los que han ido atrayendo a los demás. ¡De este pueblo sólo se puede hablar bien, porque es maravilloso!".
 
En el Ayuntamiento de Hoyo, hay un concejal de Turismo y Medio Ambiente, que es otro entusiasta, Carlos Javier Galán, quien, inmediatamente nos pone al tanto de todo. "Creo -dice- que nos hemos caracterizado siempre por ser un pueblo acogedor y tranquilo. Son tantos los madrileños que pasan sus vacaciones entre nosotros, que este año, aunque las Patronales son para San Miguel, nos hemos lanzado a organizar unas fiestas de verano en agosto y han resultado extraordinarias, con coompeticiones deportivas, entre otras cosas una carrera popular, otra de ciclismo y un torneo de naipes para la tercera edad y unas verbenas animadísimas".
 
La verdad es que Hoyo de Pinares, a pocos kilómetros del embalse de El Burguillo y con otros dos del término sobre el río Becedas, muy cerquita de Cebreros (Ávila) y a 15 kilómetros escasos de Valdemaqueda y Robledo de Chavela (Madrid), es un pueblo extraordinario que le cae bien a todo el mundo. Porque, además, los naturales del lugar son extraordinarios y todo su afán es que "los veraneantes descansen, estén tranquilos, disfruten de nuestras fiestas y costumbres y se pongan como nuevos en cuanto pasan aquí los primeros días. ¡Claro que luego no se quieren ir y en cuanto les llega un 'puente', unas pequeñas vacaciones o un fin de semana, se plantan en Hoyo encantados de la vida. ¡Y nosotros también de acogerlos con cariño!".
 
También le llaman El Hoyo de Pinares y para que se convenza de que aquí hay de todo, por lo que hasta los aficionados a la Historia y el Arte se lo pueden pasar bien, nos abren de par en par los Archivos, que cuentan cómo en la época de Alfonso X, el Rey Sabio y Prudente, se otorgaron tierras a sus antiguos moradores, sobre territorios que pudieron ser frontera entre carpetanos y vetones, más tarde ocupados por las legiones romanas, de cuyo paso se conservan restos de una calzada, un puente sumergido en el embalse que aparece cuando éste se limpia, y unos sistemas de alcantarillado muy bien conservados. Durante el siglo XVI, cuando los Jéronimos de El Quexigal se trasladaron al Real Monasterio de San Lorenzo que el Rey Felipe II mandó edificar en El Escorial, para la gloria de Dios y sepulcro de sus mayores, El Hoyo fue en este tránsito, parada de los mismos. En la iglesia parroquial, que data de 1553, conservan la réplica de un cuadro que hay en el Monasterio, que podría el original de Tiziano y hay, en la construcción del templo, algunos elementos del llamado estilo oficial de la época, el herreriano.
 
Carlos II otorgó el título de Villa a la población, en 1676, y entre los siglos XII al XIX fue El Hoyo de Pinares cabeza de un Arciprestazgo que incluía treinta pueblos del entorno. Tiene un bonito tesoro que cuidan con ilusión, como son la tradición y las costumbres antiguas, como las de las fiestas que organizan los quintos cuando se van a tallar, una Semana Santa hermosísima y solemne y un folclore musical en el que sobresalen, según me cuenta Carlos Javier Galán, la jota piñonera, las seguidillas y la ronda de bodas, que muchas veces han representado al pueblo en diversos acontecimientos y certámenes.
 
En mayo, hacen una romería preciosa, en torno a la devoción de la Virgen de Navaserrada. La ermita se halla en los restos de una población que desapareció en 1700, aproximadamente, llamada San Vicente, entre Cebreros y El Hoyo. Con las piedras que quedaban en pie, reconstruyeron un lugar donde poder rendir culto a las devociones, estas buenas gentes del lugar, que son de mirar limpio y hacer honrado.
 
Todos se reúnen en ese lugar el último domingo de mayo, celebran actos religiosos, bailan y cantan a Nuestra Señora de Navaserrada y comparten, echando el mantel sobre el santo suelo, la buena merienda, la tradicional tortilla y el panecillo de hogaza. El alcalde me dice que "ese día, no menos de 15.000 personas estamos allí en buena hermandad".
 
Los de El Hoyo de Pinares tenían muchas ganas de salir en estas crónicas de La Sierra en Vacaciones. Se lo merecían, porque son gentes extraordinarias. Tienen fama de festeros, un pinar piñonero que es precioso, el río Becedas y el arroyo Las Palizas y, sobre todo, un sentido de la amistad tan grande que, quien llega allí por vez primera, repite. No hay más que preguntar a los 15.000 madrileños que han sabido elegirlo. Si no conoce este lugar de la noble tierra abulense, vaya enseguida. Volverá. Yo, el otro día, estuve a punto de quedarme allí para siempre.

Isabel Montejano
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Fuente | Publicado en el diario ABC, edición Madrid, dentro de la serie La sierra en vacaciones, 30.08.1991