Curiosidades sobre las finanzas municipales en los años 30


Retrocediendo en el tiempo sesenta y cinco años, nos encontramos en el momento de la caída de la Monarquía y el advenimiento de la Segunda República en España. Todavía persisten recuerdos y documentos sobre el funcionamiento del Ayuntamiento (entonces denominado "Constitucional", durante ambos regímenes) en aquella época, muy distinta a la actual, y en la cual encontramos muchas curiosidades en las cuentas del municipio. Veamos algunas de ellas.
 
El Hoyo de Pinares se financiaba al comienzo de los años treinta sobre todo a través de sus recursos naturales, como es fácil adivinar. Nada de créditos o aportaciones del Estado, y muy poco de contribuciones urbanas u otras tasas que hoy pagan los vecinos. Lo que se gastaba estaba únicamente en función de la liquidez disponible en cada momento. Nunca se contraían deudas, sino que se diferían los pagos hasta que se obtenían ingresos.
 
Los gastos anuales del Ayuntamiento eran de 127.000 ptas. en el año 1930, llegaron a 165.000 en el primer año de la República, y fueron disminuyendo hasta 84.000 y 94.000 en los años 1934 y 1935, debido a grandes caídas en los ingresos por la crisis de la época. Las mayores aportaciones venían dadas por el aprovechamiento del piñón (67.000 ptas. anuales), la resina de 40.000 pinos (unas 24.000 ptas.), ingresos del Asocio (6.000 ptas.), pastos (unas 2.500 ptas.), aprovechamiento de la Dehesa Boyal (1.400 ptas.) y canteras (ingresos que caen desde 3.610 ptas. en 1928 a 900 ptas. en 1935). La contribución solamente suponía unas 3.000 ptas. anuales. Otros ingresos variables provenían de las subastas de maderas, con un valor entre 400 y 1.400 ptas. por cada 100 pinos.
 
Como curiosidad, podemos encontrar pequeños ingresos debidos a las subastas de arbitrios, pesos y medidas (unas 1.000 ptas., por las que un vecino adquiría el derecho para ejercer de medidor oficial en las ventas del vino) y otros, como 80 ptas. de una sepultura, numerosas denuncias (a 6 ptas.) y multas de hasta 25 ptas. por la "destrucción" de un pino. También se llegaron a recaudar 50 ptas. anuales por "aprovechamiento de basuras en vía pública". El reciclaje no es sólo de nuestros días.
 
Quizá más llamativo resulte ver en qué se gastaba el dinero recaudado. El Ayuntamiento en los años treinta prestaba escasos servicios (no había agua y apenas calles asfaltadas), por lo que disponía de pocos empleados: un secretario (con sueldo mensual de 330 ptas.), un auxiliar (166 ptas.), un alguacil (125 ptas.), dos serenos, que por entonces cantaban las horas por la noche, y dos guardas (100 ptas. cada uno), un barrendero (31 ptas.) y un sepulturero (31 ptas.). Costeaba gastos como alquileres de casas de los dos médicos y el veterinario, honorarios de los mismos, del farmacéutico y del practicante titular, D. Alipio García León, que comenzó a prestar servicios en diciembre de 1929 cobrando 42 ptas. Las dietas del alcalde eran de 50 ptas. por un viaje a Madrid, 20 a Ávila y 8 a Cebreros.
 
Aparte de los gastos de personal, el Ayuntamiento ejercía como Beneficencia Pública, pagando medicinas a los vecinos sin recursos (unas 750 ptas. anuales). Costeaba también una Banda Municipal (2.000 ptas. anuales) y el coche fúnebre (200 ptas.).
 
Por aquellas fechas se realizaron algunas obras públicas de importancia. El empedrado en la calle Santa Teresa se realizó en 1928, con un coste de 200 ptas. También en 1929 se construyó el puente del vado de Majalapuente (2.000 ptas. en jornales y materiales) y los primeros alcantarillados del arroyo de la Costera (4.500 ptas.). Se pagó también una importante cantidad (4.160 ptas.) por el primer proyecto de abastecimiento de agua, que no se llevó a cabo finalmente. De esta época son las primeras gestiones para la construcción de la carretera de Valdemaqueda con el trazado que hoy conocemos, aunque los primeros pagos del Ayuntamiento por la misma (en total, unas 40.000 ptas.) y las obras comenzaron a mediados de 1932. Posteriormente, sería asfaltada a principios de los años sesenta.
 
Las obras públicas fueron muy potenciadas en los primeros meses de la República, cuando se emplearon las reservas municipales en jornales para empedrados de calles, arreglos de caminos (unas 11.000 ptas.) y el cercado con piedra de los prados de Valdeliebres, donde se invirtieron 8.000 ptas. En años posteriores se equipó una casa hospital y se construyeron las escuelas nuevas (actual hogar del jubilado) con un coste total de 4.500 ptas.
 
Los gastos puntuales registrados en la contabilidad municipal son los que mejor pueden ilustrar la vida en la época. Se gratificaba la muerte de alimañas (la captura de un lobo significaba 10 ptas., una raposa 7'50 ptas. o una gineta 2 ptas.). La primera máquina de escribir se adquirió por 1.600 ptas. en marzo de 1931, y en octubre de 1932 se acabó de pagar la Enciclopedia Espasa, hoy día depositada en la Biblioteca Púiblica, por la que se abonaban 150 ptas. cada trimestre desde 1927. Las fiestas patronales significaban para el Ayuntamiento un desembolso de 4.000 ptas. por tres días de festejos.
 
Otros gastos curiosos, que reflejan los avatares políticos de la época, son para la confección de la bandera tricolor republicana en abril de 1931, que costó 40 ptas. Se compraron placas por 300 ptas. para rotular las calles con los nombres impuestos por la nueva administración. Así, la calle Santa Teresa pasó a llamarse Alcalá Zamora, San José fue Pablo Iglesias, o la actual Avenida del Generalísimo, que se llamó La Internacional. Algunos de estos nombres fueron revocados en noviembre de 1934, con el cambio de alcaldía. También en pocos años desfilaron por el Ayuntamiento los retratos oficiales de los diversos Jefes de Estado y de Gobierno: los de Alfonso XIII y el General Primo de Rivera costaron 17 ptas. en 1929, el del primer Presidente de la República, Alcalá Zamora, se adquirió por 10 ptas. en 1931 y algo menos, 7 ptas., costó el de Manuel Azaña ya en mayo de 1936.
 
Raúl Santamaría Álvarez
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Fuente | Publicado en el Programa de Fiestas San Miguel 1996.

Ilustracíón | Fiestas de S. Miguel 1929, junto al antiguo Ayuntamiento. Fotografía propiedad de Santiago Blanco Gallego, publicada en el libro El Hoyo de Pinares: Imágenes del Ayer, de Carlos Javier Galán)