Un enigma a descifrar

Aquí y ahora, en El Hoyo en fiestas, es también momento para hacer historia y para hablar de futuro. Bien está la alegría que durante las jornadas festeras septembrinas brota de nuestro corazón, se hace cántico nocturno, que no nos deja dormir, y carrera mañanera en el encierro. Bien está la mano que se tiende al viejo amigo, en saludo cordial, y al visitante que se acerca hasta nosotros para participar de nuestra fiesta. Porque los hoyancos tenemos la virtud de ser un pueblo hospitalario y alegre, que sabemos darnos a los demás y que vivimos en permanente actitud de apertura a los otros. Aquí nadie, en estos días, es forastero.
 
Y ¿cuál es el enigma a descifrar hablando de pasado y de futuro? El molino. El molino ha mantenido un culto secular con momentos en el pasado de mayor auge o de decadencia, según las circunstancias. Éste sirvió, con toda certeza, para asegurar la permanente población de nuestra tierra. Habíamos de reiterar el asentamiento de población próximo, pero el tema a deslindar es si existe o no El Hoyo en el momento del reinado de Fernando III (1217-1252), por marcar una fecha. Nada sabemos de ello, aunque es posible que existiera un reducido número de habitantes de nuestra tierra. Con absoluta certeza podemos afirmar, sin embargo, que El Hoyo de Pinares existía, al menos, entre los años 1284 y 1295.
 
Laudablemente es una evocación de la presencia de una Orden religiosa que durante algún tiempo participó en la vida del pueblo. Vivirían aquí varones admirables, invitados por algún mecenas desconocido para nosotros. El molino era una grande y hermosa casa, ocupando una manzana con muchos aposentos y abajo el gran lagar para fabricar el aceite, con su doble almazara y sus grandes piedras. Siempre, vulgarmente, ha sido conocido por "los frailes". Todos los de mi época recordarán cómo hemos jugado al escondite por las celdas, cómo hemos saltado muchas veces la escalera señorial que tenía.
 
Todos sabemos que la poseía una de las familias más pudientes de El Hoyo, por lo que suponemos, casi con seguridad, que fue adquirido por sus antepasados con ocasión de la desamortización y exclaustración del siglo XIX. Y un argumento más: paralela al molino nos encontramos con la calle que, desde la calle del Cristo hasta la Avenida del Generalísimo, es llamada del Carmen, origen de que fue ocupado por frailes carmelitas de la Antigua Observancia, que se establecen en España no antes de la mitad del siglo XIII.
 
He consultado toda la Historia del Carmen y he preguntado por carta a un eminente especialista en conventos y residencias carmelitas, el Padre Balbino Velasco Bayón, y no ha encontrado nada, sino que, dados mis datos, pudieran haber tenido los carmelitas, como donación -me dice- "algún hospicio, es decir, principio de convento a lo sumo, alguna casa de labor donde hubiera algún religioso para administrar esas fincas y de ahí la posesión del molino".
 
Después de quedar desvencijado y abandonado durante años y años, los dueños, ignorando cómo, se han decidido a crear un hermoso complejo de viviendas que habrán solucinado un problema tan vital como es ése. Con todo, me han alegrado dos detalles, significativos entre sí y llenos de recuerdo de nuestro antiguo edificio: la instalación de un bar denominado El Molino y una rueda de piedra que ha sido incrustada en la misma entrada de la vivienda, como símbolo y testimonio de lo que fue "nuestro molino", cuya historia me gustaría conocer de verdad, tanto de su "pasado" como de su "futuro".
  
José Carvajal Gallego
Nacido en El Hoyo de Pinares
Maestro de Ceremonias de la Seo y del Pilar de Zaragoza
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Fuente | Publicado en El Diario de Ávila, 23 de septiembre de 1992.