No cabe duda de que la afición taurina tiene arraigo histórico en El Hoyo de Pinares. Ya en 1847, el célebre Diccionario Madoz da cuenta de que el pueblo “tiene 240 casas de mediana construcción distribuidas en varias calles empedradas, y 2 plazas, la una destinada a la venta de los comestibles y la otra a las corridas de novillos”.
En los archivos del Ayuntamiento, se conservan numerosos acuerdos municipales muy ilustrativos en tal sentido. Por ejemplo, en 1903 la Corporación, presidida por el alcalde Luis Marín, acuerda por unanimidad “que se solicite del Señor Gobernador Civil de esta provincia la licencia para la lidia y muerte de dos toretes para la festividad que, desde tiempo inmemorial, se celebra en esta villa el día 29 del actual, a su Patrono San Miguel Arcángel. Para los gastos de los repetidos toretes, así como los de los matadores, mulilla y coste de la plaza, sean abonados del presupuestos municipal de gastos, presentando cuenta justificada de los referidos gastos, como de los cohetes, que no podrán exceder de importe de cuarenta pesetas”.
El 3 de octubre de 1914, El País, bajo el título Toros en Provincias, incluye una breve reseña de una novillada, con “toros de Quintas, mansurrones” y la actuación de “Currillo, único espada” que “estuvo colosal toreando y banderilleando; hizo muy vistosas faenas de muleta, dando varios volapiés muy buenos. Fue sacado en hombros, habiendo ganado dos orejas”. Y añade un par de datos curiosos: “Ha sido contratado para la feria próxima. En el pueblo le obsequiaron con un banquete”. Asegura el cronista que la actuación de la cuadrilla también fue “superior, distinguiéndose en banderillas Cabanillos”. La revista El Toreo coincide en sus apreciaciones sobre este mismo festejo.
El municipio cumplió su compromiso y, al año siguiente, volvió Currillo a El Hoyo, compartiendo cartel con Vicente García, ambos con brillante actuación según Heraldo de Madrid del 30 de septiembre de 1915, que da cuenta de que García cortó una oreja y los dos salieron a hombros. El País se extiende más en su crónica y alude a dos festejos: “En las dos corridas de novillos celebradas en Hoyo de Pinares (Ávila), con motivo de la feria de San Miguel, se lidió ganado de Quintas, que resultó bravo y manejable el primer día y manso el segundo. Mellaíto estuvo bien las dos tardes. Currillo, colosal en la primera, en la que, aprovechando las buenas condiciones del ganado, hizo buenas de muleta, agarrando dos estocadas hasta la mano. En la segunda toreó por verónicas y cambió un par de banderillas, por lo que fue ovacionado. Con la muleta estuvo breve y valiente, demostrando las buenas cualidades que este torero tiene para figurar en uno de los primeros puestos entre los novilleros. Se deshizo de sus enemigos de dos estocadas y un pinchazo. Fue ovacionado y paseado en hombros por el pueblo”. Por cierto, este diestro segoviano Vicente García, Mellaíto, completaría, a lo largo de cuatro décadas en activo, una fructífera carrera que terminó en 1945, con un festival taurino de homenaje en el que, para brindarle apoyo económico tras su retirada, participan junto a él nada menos que Domingo Ortega, Victoriano de la Serna y Luis Miguel Dominguín.
LA MUERTE DE BARBERO
1916 sería un año trágico en la historia de nuestra feria taurina: muere en El Hoyo de Pinares el banderillero Serafín Uría Mauriz, Barbero. El diario La Acción narraba de esta forma el desgraciado suceso: “Ávila. En Hoyo de Pinares, de esta provincia, se celebró esta tarde una novillada en la que se actuaba de matador Francisco Martínez (Palmerito). Cuando más entusiasmado estaba el público y más aplaudía a Palmerito y al novillero Serafín Uría (Barbero), dos muchachos que trabajaban de firme, un novillo empitonó a Serafín y le corneó aparatosamente. Pasó Barbero a una casa particular, donde los médicos le reconocieron, sin dar importancia a las contusiones que presentaba. Creyóse que no había que temer por el diestro y que tardaría poco en poder ponerse en camino de Madrid, pero era tan grande la conmoción visceral que había sufrido, que un colapso cardíaco que le acometió le privó de la vida. El infeliz moría pocas horas después de haber sido recogido por caridad en una casa y, mientras agonizaba, en la plaza celebrábase un baile en el que mozos y mozas del pueblo danzaban, bien ajenos a que a pocos pasos de allí se escapaba la vida de un hombre joven que se arriesgó a exponerla temerariamente por conquistarse unas palmas y un puñado de pesetas que ofrecer luego a su madre y cuatro hermanos que mantenía. El infortunado era natural de Madrid y contaba veinticinco años de edad”. También Heraldo de Madrid se hace eco de la terrible noticia: “En Hoyo de Pinares, donde se celebraba una novillada lidiándose toros de Robles, que resultaron difíciles, al dar un capotazo al primer bicho, el banderillero Serafín Uría, Barbero, fue alcanzado, derribado y pisoteado horriblemente. Conducido a la enfermería, se le apreció una fuerte conmoción visceral que determinó un colapso cardíaco. Como la gravedad del diestro aumentaba, se le administraron los Santos Sacramentos a las nueve de la noche. Una hora más tarde el infortunado banderillero dejó de existir, rodeado de los médicos, de sus compañeros Palmerito, Gea y Joselillo, de su amigo Garcés y otras personas. En el pueblo ha producido la muerte del Barbero honda impresión”. Otras publicaciones, como La Correspondencia de España o La Lidia también se ocuparon de la triste noticia.
Serafín Uría, que había nacido en Madrid el 10 de julio de 1890, fue enterrado en el propio cementerio de El Hoyo de Pinares, donde todavía se conserva su sepultura. Cuando yo era niño, algunas jóvenes del pueblo acostumbraban a dejar flores sobre la misma el día de Todos los Santos, para que el banderillero no yaciera en completo olvido.
Es de suponer que la familia no pudiera afrontar los gastos del traslado. De la precaria situación económica en que quedó nos da idea el hecho de que, en octubre de 1916, los toreros que toman parte en una corrida en la Plaza de Toros de Tetuán en Madrid, y otros que estaban de espectadores y se unen de paisano, realizan, después del tercer toro, una cuestación entre el público a favor de la madre y hermanos de su compañero Serafín Uría, Barbero, recolectando 145 pesetas de entonces, gesto del que dan cuenta las revistas La Lidia y Toros y Toreros.
SIGUEN LAS NOVILLADAS
Ya en 1918, el Heraldo de Madrid del 1 de octubre, informa de que se lidiaron en la fiesta de nuestro pueblo “toros de Robles, buenos” y el diestro, Morato, estuvo “superior toreando y matando”.
Un año más tarde, el mismo rotativo vuelve a hacer referencia al festejo taurino anual de esta villa abulense, donde se repite un buen ganado de Robles y vuelve a actuar Morato, “único espada, colosal en todo, ovacionado y sacado en hombros”.
En 1922, La Voz recoge la celebración de la novillada de San Miguel, nuevamente con reses de Robles y compartiendo cartel Luis Mera y Maera II, acertados en faenas y estocadas. Mera, que fallecería en 1940, no llegó a matador y acabó siendo subalterno. José García López, Maera II, sí tomó la alternativa en 1929 en La Coruña, aunque como matador no le acompañó el éxito que había cosechado como novillero.
En 1928, Heraldo de Madrid da cuenta de la actuación de Manuel Rodríguez, Castrelito, en El Hoyo de Pinares, donde salió a hombros este torero gallego.
En 1929, encontramos en La Libertad la reseña de que “en Hoyo de Pinares se celebró la novillada de feria, con ganado de Siro Martín, que cumplió. Justino Mayor, único espada, tuvo un gran éxito”. Creo que se trataba de un diestro de Renera (Guadalajara) que había comenzado anunciándose como Saleri III.
El año en que se había proclamado la II República, 1931, El Imparcial refleja así la feria hoyanca: “Con mucha animación se han celebrado las dos novilladas de feria, en las que se lidiaron cornúpetos de García Resina. El diestro Finito, único espada, triunfó rotundamente ambas tardes, y cada una le fueron concedidas dos orejas entre grandes ovaciones”.
En 1933, La Libertad reseña en su apartado “Otras novilladas”: “En Hoyo de Pinares, ganado de Alonso, bravo. Amadeo Serrano, regular la primera tarde y bien la segunda. Cortó orejas. El banderillero Reverte resultó con una cornada en el cuello, de pronóstico reservado”, si bien, por fortuna, no se repitió la tragedia de años atrás.
Un siglo después de las primeras crónicas periodísticas que hemos citado, la Feria taurina de San Miguel no faltará a su cita anual. Sin perjuicio de la austeridad a la que los tiempos y la situación obligan, El Hoyo de Pinares está procurando mantener e incluso incrementar el prestigio de una modesta pero muy digna feria. Sus festejos ofrecen ocasión, a nombres ya contrastados en novilladas sin picadores, de encontrarse con destacados encastes de la ganadería española, e ir así dando pasos en su difícil empeño de llegar a ser matadores de toros. No por casualidad, la feria hoyanca ha pasado a formar parte del certamen nacional El camino hacia el toreo. Las interesantes Jornadas Taurinas previas y el galardón Piña de Oro al mejor novillero son acertadas iniciativas que contribuyen a dar mayor realce a esta feria local.
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Fuente | Publicado en Diario de Ávila, 25 septiembre 2012.
Ilustraciones | Novillada en la Plaza de España, fotografía propiedad de Lucila Galán, publicada en el libro El Hoyo de Pinares: Imágenes del Ayer, de Carlos Javier Galán. Portada de la revista La Lidia, 20 noviembre 1916. Portada del diario Heraldo de Madrid, 1 de octubre de 1916. Y tendidos de la Plaza de España en tarde de toros, fotografía propiedad de Sebastián Gallego, publicada en el libro El Hoyo de Pinares: Imágenes del Ayer, de Carlos Javier Galán.